Caminando en aquella arena mágica, observo el brillo de su cabello resplandeciendo, convirtiéndose en uno solo con los rayos dorados. En el venir de una ola profunda, se sitúa el reflejo de sus ojos totalmente divinos y atrevidos. Al llegar a las rocas, pájaros bordean nuestro rastro y recitan las canciones con las que más bailábamos. En el momento, el viento viste su rostro con gránulos marrones perfectos. Rozando las manos cubiertas de sal, los dedos juegan para ver quién sujeta más rápido al otro. De reojo asoma una sonrisa, por un momento la brisa dejó de soplar y la luna salió para contemplar, fue como si el sol dejara su prenda naranja y su luz se convirtió en un tenue azul. De regreso, el agua destapó la cueva escondida, al entrar allí sabía que jamás me perdería, su risa y aura guiaban por la poca luz que había. Recostados en la humedad salada, ninguno comentaba, nada más por ese diminuto agujero, veíamos la galaxia entera la cual nos arropaba y velaba por completo. Al regresar a mirar el color de las olas, tomado por sorpresa, el labio rosado y suave se unió al mío, por un momento, los dos, flotábamos en el cielo del océano tal y como aquellas estrellas situadas en lo más iluminado del universo.
por haber homrigueado el poema