Se le pregunto porque pensaba, Ninguno de los sentados comprendía, Fue cuestionado centenares de veces, Y ninguna de esas respondía con sensatez. Le decían que recuerde porque lo hacía, Como era que lo lograba con una naturaleza tan sencilla, Sea cualquier tipo de tinta igual le salía, Nada más demandan por uno, así sea brillante o repugnante. Se incaron en sus rotos pies y rogaron, Decían que el destino lo beneficiaría pronto. El acusado solo se paró y se marchó del cuarto. Las viejas chismosas sentadas a un lado, murmuraban. Apuntaban al asiento de quien se largo, Era una foto, con un rostro, que decía te quiero.
por haber homrigueado el poema