Será un recuerdo de pena, será una lágrima que jamás se seca o será la pérdida de un alma tan inocente que no debe ser juzgada. ¿Quién da ese derecho de arrebatamiento? ¿De dónde nace la codicia de poder que busca cegar las miradas de esa pobre gente que ve tricolor, de esos pobres que reencarnarán en un cóndor y volarán por la cordillera de una nación divina. Había quienes nos envidiaban, había quienes nos visitaban pues con sus meros ojos anhelaban el observar la mitad de la tierra, y la geografía única que se talló en bella Latinoamérica. Pero te han podrido, te han dañado y arrebatado esas playas donde la arena brillaba y el mar cantaba. Esa Sierra en donde la ceniza bailaba y las montañas cotorreaban. Esa Amazonia donde la naturaleza gozaba y su fauna contemplaba. Ahora nos han dejado nada más que destrozos amenazas burdas y crudas que intentan asustar a quienes menos temen. No hay dónde rogar, ya no existe un funcionario digno para implorar, nada más yace una espera en donde de las manos unidas, el punto más pequeño pero grande de la espina dorsal del planeta, bailará el triunfo de una paz prometida y merecida. Y quienes nos aturdieron, quienes nos quemaron, quienes nos asesinaron, sufrirán del destino que ellos mismos crearon y todos los que sobrevivieron este holocausto nefasto y llorado, aquella frase divina se les repetirá una y otra vez la cual dice: Este Ecuador amazónico, Desde siempre Y hasta siempre –
por haber homrigueado el poema