Tengo atuendo azul

            Estando en los salones de paredes blancas. 
            Arrimo mi codo al aparador y junto mi mano con la quijada. 

            Si pienso en ti, 
            Pensarás tú en mí.

            Me lo digo una y otra vez 
            Como si es que repitiéndomelo más veces 
            Hará que salte una carta tuya por el buzón. 
            De color rojo. 
            Que diga sabes lo siento te he pensado y no te vuelvo a dejar, 
            Ahora respiro miro al cielo 
            Y soy tuya una vez más. 
            Pero me interrumpen las otras voces que están en las paredes blancas. 
            Y pasan minutos, tal vez una hora, pero no más, 
            Y me acuerdo que no te pensé. 
            Me hace sentirme como el trabajador vestido de azul 
            Que se acerca a la máquina 
            Y perfora su turno. 
            Así soy yo. 
            Y diría que mi hoja tiene, cien, doscientos quizás, 
            agujeros en lo que lleva el día. 
            Luego cambio la posición de mi mano 
            Para no tocar donde tu mano me acariciaba. 
            Van al lápiz de color azul. 
            Con el que te hago tus cartas que te haces la que no lees
            Y vas y miras a alguien más. 
            Para que no te acuerdes. 
            Para que yo no me pare en tu sofá. 

            Si pienso en ti, 
            Tú piensas en mí. 

            Salgo de las paredes blancas que acorralan a mi cabeza joven. 
            Y en el camino de la noche, 
            Pasan edificios altos, algunas estrellas, 
            Árboles medianos con olor verde 
            Y en mi cabeza tus pecas. 
            Me ha pasado incluso que al ver a alguien más, 
            De la nada, en un az como segundo de reloj, 
            Está tu cara ahí. 
            Y esta vez finalmente me miras. 
            Te quedas quieta 
            En uno o dos, 
            Hasta que después recuerdo que tú no estás acá, 
            Que no me visitas 
            Y que mi cama está sin sábanas por qué las mandé a lavar. 
            Al llegar a mi cuarto, mi estómago me pide sus frutos nocturnos. 
            Mientras abro las sardinas entomatadas que, por alguna razón, 
            Los de gorra odian, recuerdo el dilema que se jactaba entre los dos. 
            Tu cocina era como una reina que se vestía de blanco 
            Y cuando salía le pintaban con sal rosada y pimienta oscura en los ojos. 
            Era un enjuague en el paladar. 
            De esas comidas que te acuerdas, 
            Y que si la imaginas la saboreas en tu lengua. 
            Yo soy más como un limón seco dentro del refri. 
            El jugo sale en gotas pequeñas que, si mojan al pescado, 
            Pero el sabor es gris, y no verde. 
            El sabor es como el de una hoja con tallo. 
            Sabor insípido y largo. 
            Recuerdo que yo decía igualar, 
            Al como mueves la cuchara, 
            Al como botas las rúculas en la sala, 
            Y nomas logre pensarte una y otra vez 
            Mientras comía mi plato 
            Que dentro de mi boca 
            Indiscretamente 
            Sabía a nada. 
            Finalmente acabó con el poema de la noche, 
            Ese que me ayuda a escribir y anota 
            cuantas hormigas, chinchuelas, chantacuros 
            Y chapulines me encuentro caminando o sentado. 
            Y siempre termina con el mismo verso, 
            O diría estrofa que 
            Conecta intangiblemente conmigo y mi rojo. 
            Me hace sentir el señor del atuendo azul 
            en la fábrica con la máquina que trabaja hasta tarde. 
            Es esa que dice: 
            
              Si te pienso más,
              Tú en algún día,
              Te acordarás.
              Si te pienso más,
              Vendrás caimán.
            

                

Gracias

por haber homrigueado el poema